Queda un vacío muy profundo
cuando muere un ser querido,
que al pasar por este mundo
nuestro amor ha merecido.
Tener que enfrentar la muerte
después de nuestro existir,
inquieta hasta a el mas fuerte.
Nadie normal, quiere morir.
Una clara demostración
de ser hechos para vivir
por el Dios de la Creación,
y nunca para morir.
No obstante, como legado
del hombre desobediente,
se muere por el pecado
que instigó un ser indolente.
Muere el alma o ser viviente
en una y otra cultura,
bajando en estado inconsciente
al Seol o sepultura.
En estado inconsciente
en el Seol o sepultura,
en el infierno nada siente,
según la santa escritura.
El infierno o sepultura
no se concibe caliente,
según la santa escritura,
y el muerto nada siente.
Pues estuvo en el infierno
hasta el mismo Jesucristo,
no por un castigo eterno,
sino por rescate provisto.
En estado inconsciente
el muerto baja al sepulcro,
donde tormento no siente
de parte de un Dios que es pulcro.
Permaneciendo en su memoria,
espera resurrección
para la honra y gloria
del Dios de toda Creación.
Quien todo nuevo hará
limpiando el planeta tierra,
y la muerte no será,
ni la enfermedad y la guerra.
Ro.5:12;Ez.18:4; Ec.9:5-10;Jn. 5:28,29; Rev.21:4
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